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lunes, 11 de noviembre de 2013

Dura y cruda realidad a pie de cama.

Mi compañera de trabajo me informa que tenemos en la unidad de Neurología a una paciente de 52 años, con EM de más de 26 años de evolución de la enfermedad.
La paciente se encuentra encamada, con deterioro cognitivo moderado, sin comunicación alguna con el mundo exterior.
Debido a la medicación y a su estado, la paciente casi siempre está dormida, pero reacciona a las llamadas y a los estimulos ( acariciar, dolor, etc...).
A pesar de su estado, siempre te brinda su mejor sonrisa.
Tiene muchas hermanas, en especial , una de ellas es la que más está volcada en la evolución y seguimiento de la enfermedad.
Me comentó, a pie de pasillo, la vida de su hermana. Abandonada por su marido cuando la enfermedad hizo mella en sus facultades mentales y físicas; su único hijo, tomó el mismo camino dos años más tarde, no haciendose cargo de su madre, solo le importa el número de cuenta.
Su hermana, que ejerce como cuidadora principal, lucha contracorriente para lograr la unión entre el hijo con su madre.
Tras el estado de la paciente, la dificultad que presenta cuidadarla y mantenerla ,sin tener los recursos económicos necesarios... toma la dura decisión de buscarle una residencia.
Muchas hermanas son, pero muchas de ellas, solo envian mensajes para ordenar lo que debe hacerse o no. Sin embrargo no se implican como familia unida ante un proceso tan duro.
Mi presencia como persona, mi profesionalidad como enfermera y mi capacidad de cuidados ante esta enfermedad, hacen que la cuidadora principal, tenga más tranquilidad, esperanza y la entrada de aire fresco a sus miedos e inquietudes.
Me quedo con la sonrisa sincera de la paciente y el abrazo tierno de la hermana.
Gracias por enseñarme tantas cosas.